Con una historia que se remonta a miles de años atrás, Marsella es toda una metrópolis portuaria que cautiva a través de su encanto auténtico y contrastes fascinantes. Desde el Vieux Port, con sus animados cafés y restaurantes, hasta el encanto medieval del Castillo de If, el pasado y el presente convergen en cada rincón. Los visitantes pueden explorar la Basílica de Nuestra Señora de la Guarda, un símbolo icónico con vistas panorámicas a la ciudad y el mar, o sumergirse en la historia en el Museo de las Civilizaciones de Europa y el Mediterráneo.

En cuanto a la comida, los mercados como el Marché des Capucins son tesoros culinarios, ofreciendo desde pescado fresco y especias exóticas hasta quesos locales y frutas frescas. Los amantes de la gastronomía disfrutarán de platos emblemáticos como los «navettes», pequeños bollos aromatizados con flor de azahar que son un dulce tradicional. Dicho esto, conozcamos todo lo que hay que ver, que hacer y comer en Marsella, Francia.

Puerto de Marsella – Vieux Port

El Vieux Port, el antiguo puerto de Marsella con siglos de historia marinera a cuestas, encapsula la esencia de la vida en esta ciudad. Sus aguas dan la bienvenida a barcos pesqueros coloridos y elegantes yates, creando una vista que es tanto nostálgica como contemporánea. Rodeado de cafés animados, bares y restaurantes, el Vieux Port ofrece una atmósfera donde se mezclan aromas tentadores de pescado fresco, especias exóticas y recetas tradicionales provenzales.

Los puestos del mercado local ofrecen una muestra del vibrante ambiente, donde los lugareños y visitantes se encuentran para disfrutar de platos típicos como la famosa «Ragoût de Cordero a la Provenzal», un guiso elaborado con carne de cordero cocida lentamente. Sumado a esto, el Vieux Port también es un lugar de conexión, desde donde se puede abordar un ferry hacia las islas cercanas o disfrutar de un paseo en barco por la costa para contemplar las vistas panorámicas de la ciudad desde el mar.

Macizo de Calanques

El impresionante Macizo de Calanques, situado al sureste de Marsella, es una formación geológica única que abarca acantilados escarpados, calas escondidas y aguas cristalinas. Los visitantes pueden explorar una red de senderos serpenteantes que atraviesan impresionantes acantilados y montañas de piedra caliza, ofreciendo vistas panorámicas del Mediterráneo. Las calas, como Calanque d’En Vau o Calanque de Sugiton, son auténticos tesoros naturales, ideales para relajarse, nadar en aguas turquesas y disfrutar de la tranquilidad lejos del ajetreo urbano.

Este macizo es un paraíso para los amantes de la naturaleza y los deportes al aire libre; senderismo, escalada, kayak y buceo son algunas de las actividades populares aquí. Los caminos costeros y acuáticos permiten a los aventureros explorar la rica biodiversidad marina y terrestre del lugar, que alberga especies endémicas y una flora fascinante. Sin embargo, este ecosistema frágil requiere cuidado y conservación, por lo que se insta a los visitantes a respetar las normativas establecidas para preservar este entorno natural único.

Basílica de Nuestra Señora de la Guarda

Construida en el siglo XIX, la Basílica de Nuestra Señora de la Guarda es una obra maestra arquitectónica de estilo neobizantino. Su imponente cúpula, coronada por una estatua dorada de la Virgen María, se convierte en un ícono visible desde diversos puntos de la ciudad. Como visitante, podrás acceder a la basílica a través de una serpenteante carretera o utilizando el tradicional tren cremallera, que ofrece un viaje pintoresco hacia la cima de la colina.

Una vez allí, tendrás la oportunidad de admirar los impresionantes mosaicos y frescos del interior de la iglesia, así como disfrutar de las vistas panorámicas desde las terrazas que rodean la basílica. Pese a que la experiencia de la basílica se centra en su riqueza religiosa y arquitectónica, a sus pies, en la base de la colina, los turistas pueden encontrar algunas tiendas pequeñas con recuerdos asociados a La Buena Madre, guardiana y protectora de la ciudad.

Museo de las civilizaciones de Europa y el Mediterráneo

El museo de las Civilizaciones de Europa y el Mediterráneo (MuCEM) en Marsella es un destino imperdible que fusiona historia, arte y cultura contemporánea. Ubicado en el hermoso Vieux Port, este museo es un faro de conocimiento que ofrece una perspectiva única sobre las interacciones culturales entre Europa y las civilizaciones del Mediterráneo. Su arquitectura moderna, con una estructura de encaje de concreto que se integra con el fuerte de Saint-Jean, cautiva a los visitantes incluso antes de ingresar.

Una vez dentro, las exhibiciones inmersivas y diversas abordan temas que van desde la arqueología hasta la sociedad moderna, destacando la historia marítima de la región, las tradiciones culturales y las conexiones transmediterráneas. Las galerías del MuCEM albergan una rica colección de artefactos históricos, obras de arte contemporáneo y exposiciones interactivas; en su mayoría enfocadas a la diversidad cultural y a la interacción entre civilizaciones. Por último, cuenta con una pasarela de 130 metros de largo que conecta el MuCEM con el Fuerte de Saint-Jean.

Castillo de If

El Museo del Castillo de If se trata de una enorme fortaleza que inclusive ha sido inmortalizada por la novela de Alejandro Dumas, «El Conde de Montecristo», todo gracias a su aura histórica y su entorno impresionante. La estructura, construida en el siglo XVI para proteger la ciudad de los ataques navales, sirvió como prisión estatal durante siglos. Sin embargo, su notoriedad se consolidó gracias a la mencionada novela, lo que atrajo aún más interés por parte de los visitantes. Algunos de los nombres más destacados que han sido relacionados con esta prisión son: El hombre de la máscara de hierro, el Marqués de Sade y el Conde de Mirabeau, entre otros.

Hoy en día, el Castillo de If es un museo que ofrece una inmersión en la historia, permitiendo a los visitantes explorar sus celdas, pasillos y las antiguas cámaras de los prisioneros. Las exposiciones narran la historia de la fortaleza como prisión y su evolución a lo largo de los años. La visita a esta emblemática fortaleza también permite disfrutar del paisaje marino, ya que los visitantes deben acceder a la isla en barco desde el puerto antiguo de Marsella.

Qué comer en Marsella

En Marsella, cada plato cuenta una historia, una fusión de influencias mediterráneas que dan vida a una gastronomía única y vibrante. Los bulevares y callejones albergan una variedad de delicias locales, donde el plato más icónico es la «bouillabaisse», una sopa de pescado elaborada con pescado fresco del Mediterráneo, azafrán y hierbas aromáticas, servida con pan y una salsa de ajo llamada «rouille». También está la «panisse», una especie de torta hecha con harina de garbanzo, frita y servida con alioli.

Los mercados como el «Marché des Capucins» ofrecen una experiencia gastronómica inigualable. Aquí, podrás deleitarte con quesos locales, aceitunas marinadas, «tapenade» (pasta de aceitunas y alcaparras), y disfrutar de los coloridos puestos de frutas y verduras frescas. En caso de que quieras algo rápido pero delicioso, prueba el «pan bagnat», un sándwich típico de Marsella, o unas ricas «socca», una especie de crepe de harina de garbanzo. Por último, pero no menos importante, no te olvides de probar los «calissons», dulces confitados hechos con almendras y melón confitado, especialmente hecho para los amantes de los postres.